The best short stories of Quince Duncan
Siempre con el mismo lodazal de ayer. Cada día y cada hora, los ojos llenos de agonía y las manos secas por tanta lucha, y total para nada. Y dicen que uno es vago, que no le gusta trabajar la tierra, y yo pregunto, ¿trabajar la tierra para qué? Total, la tierra no nos pertenece después de cincuenta años de trabajarla. Un día aparece el verdadero dueño: uno que no había nacido cuando papá dio en esos terrenos la primera machetada, y reclama la tierra y nos echa. Mejor trabajemos en el muelle. ¿Y trabajar en el muelle para qué? Día tras día con los callos vivos restregándose contra las callosidades muertas, como lumbre y ceniza la palma, cansada de producir riqueza para ninguno de los míos; el mundo tiene su particular estilo que nadie le quita porque es mug suyo, pues, a la verdad, así la hicieron y así se queda. De tal manera, entonces, condenación al infierno y jale.